domingo, 17 de marzo de 2013

¿Cómo es la familia perfecta? (parte dos y última)

Volviendo al término de perfección (del latín perfectus) el diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como aquello "que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea". Ese grado mayor de excelencia en la familia, en mi humilde opinión, no se llega a alcanzar del todo.


Primero porque depende de lo que entendemos por el "mayor grado posible" de esa bondad y excelencia.

Hay padres que valoran el hecho de que al volver del cole los hijos saluden y nadamás. Ya para ellos esto implica ese alto grado de excelencia. Hay quienes, en cambio, desearían que sus hijos, además de saludar, pusieran sus cosas en su lugar, de manera ordenada y, sin discutir, almorzaran en silencio y sin pelear, con la familia.


Pero, por increíble que nos parezca, hay padres a los que, ese grado de perfección, significaría el hecho que los hijos no los ofendan o los maltraten al volver del cole.

Son conceptos bien distintos para cada familia.

Lo mismo ocurre con los hijos. Hay hijos que desarían no ver discutir a sus padres de manera violenta, e hijos que los considerarían perfectos a sus padres si éstos fueran capaces de ofrecerles el juego de ordenador más reciente y costoso.

Por lo que concluyo que, la perfección en las relaciones de familia, la establece nuestro corazón y nuestra mente; que a su vez dependen de las circunstancias que nos rodean.

Cuando tenemos una sensación de seguridad y de paz en el seno de la familia, claramente percibimos un ambiente perfecto.

Esas sensaciones son momentáneas. Es decir, en algunos momentos reímos y disfrutamos de la compañía de nuestra familia y en ocasiones necesitamos aislarnos de sus miembros.

Por ello, considero que, cuanto más frecuentes sean los primeros momentos de alegría y paz dentro de la familia, con mayor seguridad podremos afirmar que la nuestra, es una familia perfecta.


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