Familia

¿Cómo es la familia perfecta? (parte uno)

Hoy quiero dedicar estas líneas a una jovencita que se pregunta muchas cosas sobre su sitio en la familia.


Ser padre es una actividad que tiene dos caras:

La primera, muestra el esfuerzo por lograr que los hijos se formen como personas responsables, justas y felices. La otra cara la tiene la constante sensación del fracaso de nuestro esfuerzo.

Todos los días surgen constantes discusiones entre ambas partes: padres e hijos. Pero estas discusiones a veces se extienden entre los hijos si son más de uno; entre hijos y abuelos; hijos y primos; hijos y tíos; padres y abuelos; padres y hermanos de éstos; sin contar las frecuentes discusiones entre el papá y la mamá.

Es una constante competencia en averiguar quién tiene la razón respecto a la educación.

Hay muchas opiniones, pero quiero destacar dos cosas: la gente mayor, los abuelos principalmente, y los padres, son personas con experiencia. Además son personas que por naturaleza, aman a sus hijos y desean lo mejor para ellos.

Sin embargo, no son perfectos. La perfección es un estado que no alcanza nuestro caracter a lo largo de la vida. Por lo mismo, claramente no podemos definir la perfección.

La perfecta educación la consideramos como aquella que practican personas que nunca discuten. Personas que, al dar una orden, ven que ésta se cumple.

Al cabo de un tiempo, he comprendido que no es así. Y, mientras no logremos conceptuar claramente la perfección de la familia, no lograremos alcanzar ese objetivo de supuesta perfección.

Los niños deben aprender el respeto. Pero deben conocer ese respeto en el ámbito familiar. Es decir, un padre que respeta a su esposa, a sus propios padres, a sus hermanos, y, por supuesto, a sus hijos.

Lo mismo la madre que respeta a su esposo, a sus padres, hermanos e hijos.

Y ese respeto no significa de ninguna manera evitar las discusiones, sino discutir para construir. Encontrar un mecanismo de discusión del que se saque provecho. En el que se aporten soluciones a determinados problemas. En el que aprendamos a escucharnos unos a otros.

No es fácil al principio si esto no se ha practicado nunca. Pero en algún momento hay que practicarlo entre todos.

Yo quisiera explicar a esta jovencita, objetivo de mi dedicación, que una vez que ella practique la discusión aplicando, ante todo, el respetar los tiempos de hablar, escuchar lo hablado, y hacer un esfuerzo de comprensión y de aceptación de las normas dentro de la familia, las cosas para ella serán más fáciles.

Quiero enviar un beso a todos aquellos miembros de familias que se esfuerzan día a día, a enseñar el respeto, pero que, además, lo practican cotidianamente.

Otra cosa muy importante en este blog que quiero aclarar: no voy a contradecir ni a los ni a las feministas y personas que luchan por la equidad entre hombres y mujeres. Pero, por algún motivo que ya explicaré en otro escrito, no voy a utlizar sustantivos en masculino y femenino, para cada idea que me salga de la cabeza.

No obstante, soy una luchadora empedernida por la equidad entre sexos; y como tal os doy las gracias por leerme. Y más os las daré por si alguna vez tenéis a bien enviarme una opinión.

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